viernes, 4 de febrero de 2022

Pensamiento crítico y disidencia digital

Una protesta contra la banca digital compite en redes sociales con la polvareda levantada por un concurso musical que no alteraba el pulso de las audiencias desde hacía años. El tren de un nuevo tiempo ya ha salido y solo queda elegir si viajamos en clase turista, business o furgón de ganado. Ludismo tecnológico frente al evangelio digital. Comiencen las apuestas. 

Sufragio y prensa fueron, allá por el siglo XIX, las dos caras de una moneda que prometía equilibrar derechos y deberes. Fueron tiempos revolucionarios en los que el común de los mortales, tras conseguir con mucho esfuerzo garantizar el pan diario, aspiraba a adquirir la ansiada categoría de "ciudadano". A golpe de barricada se llegó a un siglo XX que permitió, al menos teóricamente, consolidar la idea de que los derechos de un individuo no podían depender de su raza, sexo o religión. El salto desde las páginas de los periódicos a la radio, y más tarde a la televisión, hicieron que el mundo le pareciera mucho más grande a quienes veían las noticias desde el sofá de su casa. A dos centurias vista del asalto a la Bastilla, Internet, un gigante que todo lo ve y a todos sitios llega, se ha colado en lo más recóndito de nuestra existencia. Su sombra es tan alargada que impone nuevas reglas de juego. Pero en este contexto, la sociedad más informada de la historia corre el riesgo de ser la que menos criterio propio tenga.

Algunos hablan del carácter oligopólico de un nuevo feudalismo digital, mientras que otros encuentran en Internet un nuevo (y eficaz) canal de protesta vía Twitter, plataforma de peticiones online o, en los casos más cruentos, sabotaje internauta. Nada nuevo, por otra parte, teniendo en cuenta que siempre hubo revolucionarios de tertulia y lucha armada, a los que ahora se suman quienes aspiran a cambiar el mundo a golpe de "like", fenómeno para el que ya se ha acuñado un nuevo término, "slacktivism" (activismo haragán)

Pero más allá de la protesta organizada por uno u otro canal, lo verdaderamente llamativo de nuestro tiempo es el potencial populista del "trending topic", presa fácil para discursos demagógicos con una inusitada velocidad de propagación. En una sociedad hiperconectada donde complejos algoritmos deciden qué información es relevante para cada uno de nosotros, separar la mies de la paja no es tarea sencilla.

Premio internacional a la desobediencia

El único antídoto posible es promover un sano cinismo que algunos denominan "pensamiento crítico" para distinguir la opinión propia del mero adoctrinamiento. El hombre masa, del que hablaba Ortega en el siglo XX, teme ahora que las máquinas emulen a los humanos, sin darse cuenta de que la verdadera amenaza es que terminemos de apuntalar una cultura de autómatas fieles seguidores de consignas

Personalidades como Joi Ito, icono del activismo y ex director del MIT Media Lab apelaban, ya en 2017, a la rebeldía como actitud vital, afirmando sin despeinarse que "no puedes cambiar el mundo siendo obediente". Por ello en aquel año la institución, de la que por aquel entonces era director, tuvo la osadía de convocar por primera vez un premio internacional a la desobediencia (MIT Media Lab Disobedience Award) que me llamó mucho la atención. Tanto como compartir en un artículo sobre este tema, publicado por el Blog Think Big Empresas, las características inusuales del certamen y reivindicar la importancia de iniciativas como la denominada Humanismo 3G que no renuncia a las oportunidades de la tecnología, pero advierte de sus riesgos, especialmente en el ámbito jurídico y moral. 




Situación actual

He de decir que aquel premio que me pareció tan simpático se mantuvo activo hasta 2019, cuando le salpicó el escándalo protagonizado por Jeffrey Epstein. Un jarro de agua fría para mis veleidades reivindicativas, equiparable solo con la decepción que sentí cuando descubrí el misterio de los Reyes Magos. Sin embargo, fiel a la consigna de la desobediencia como forma de vida, me he negado a perder la confianza en el ser humano, de la misma manera que me sigo emocionando con la magia de la Cabalgata. Pasados los años cada vez me resulta más atractivo el adjetivo "crítico", pero no me atrevería a hablar de "disidencia digital", sino más bien de escepticismo ante las bondades de las verdades absolutas, en clave virtual o física. 

Por ese motivo me sumo sin dudarlo a la protesta convocada en redes sociales por el trato de la banca a los mayores, pero tengo sentimientos encontrados respecto a las candidaturas para el Festival de Eurovisión, más aún después de ver cómo una profesora de Filología de la Universidad de la Rioja ha bajado a la arena de la prensa para explicar en clave lingüística el choque de emociones provocado el concurso. Nunca imaginé que una letra como la de la canción ganadora pudiera dar tanto juego.Ya lo decía Goya, "el sueño de la razón produce monstruos".


Imagen de cabecera: nuevatribuna.es


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