jueves, 4 de septiembre de 2025

Madrid entre libros. La memoria castiza del siglo XIX

 

Hasta el 14 de septiembre puede visitarse en el Centro Cultural Conde Duque la exposición Madrid entre libros. 150 años de la Biblioteca Histórica Municipal, un recorrido por sus colecciones, pero también por la aportación de esta entidad a la memoria cultural y social de Madrid.

Decía García Márquez que “escribir es una forma de hacer eterno lo efímero” y no le faltaba razón porque pocos ponen en duda que haya mejor receta para la inmortalidad que un libro. Cuando hoy recorremos las calles del viejo Madrid, podemos evocar el griterío en las plazas de los mercados o el bullicio de sus cafés a través de los textos de Larra, Galdós y tantos otros que deambularon por sus calles y encontraron inspiración en el caos de una ciudad que aspiraba a convertirse en metrópoli, sin llegar nunca a lograrlo del todo. Era aquel el Madrid de las tertulias y las reboticas, pero también de la miseria y la pobreza, con hordas de trabajadores emigrantes que vivían hacinados en sótanos y buhardillas. 

El Ateneo y el Casino, las Reales Academias y la Institución Libre de Enseñanza, museos y hospitales de la Beneficencia perfilan un paisaje urbano de contrastes y contradicciones, que se debate entre la tradición y la modernidad. Una ciudad que conserva en la primera mitad del siglo XIX su antiguo trazado medieval, sin capacidad para acoger a los nuevos vecinos que llegan en oleadas a la capital durante toda la centuria y en los que se ceban epidemias como el cólera. Este es el contexto en el que voces como la de Mesonero Romanos o Ángel Fernández de los Ríos reclaman un nuevo Madrid de amplias avenidas, que emule la fisonomía de otras capitales europeas, en el que se plantean los proyectos de remodelación del casco antiguo (la denominada “reforma interior”) y los ambiciosos planes de ensanche, que no se materializarán hasta la segunda mitad de siglo.



Retrato de Ramón Mesonero Romanos

Víctor Manzano y Mejorada (1850)

Y precisamente es Ramón de Mesonero Romanos una de las figuras con mayor prestigio en aquel Madrid bullicioso que aspiraba a ser la digna capital de un Estado moderno. Periodista, ávido lector y prolífico autor, dedicó buena parte de sus esfuerzos a inmortalizar la historia de esa ciudad, en la que había nacido allá por 1803, que se encontraba en pleno proceso de transformación, redefiniendo su identidad urbana con la llegada de nuevas gentes, nuevas costumbres y también nuevos problemas. Precursor de la literatura costumbrista, sus inquietudes urbanísticas se plasmaron no sólo en textos, sino en su actividad como concejal entre 1846 y1849 y presidente de la Junta Consultiva de Reforma Urbana en 1852.


La Biblioteca Histórica Municipal

Pero, además, convencido de que “un pueblo que no lee opondrá siempre una fuerza invencible a su prosperidad”, Mesonero Romanos fue el principal impulsor de la creación en 1876 de la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid, cuyo fondo fundacional parte de su colección privada, con obras que documentaban todos los aspectos relacionados con tradiciones e historia de la ciudad. Su afán por reivindicar y difundir el legado cultural de Madrid fue reconocido con el nombramiento como Cronista Oficial de la Villa en 1864 y también como bibliotecario perpetuo, dirigiendo la primera biblioteca municipal de la capital, cargo que ostentó hasta su muerte en 1882.

Y es justamente el autor de las EscenasMatritenses y fundador del Semanario Pintoresco Español quien acompaña al visitante en el recorrido por la historia de Madrid que propone la exposición organizada por la Biblioteca Histórica Municipal con motivo de sus primeros 150 años de trayectoria. Comisariada por el Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, Jesús A. Martínez Martín, los visitantes tienen una oportunidad de lujo para conocer su impresionante fondo bibliográfico que en la actualidad atesora la friolera de 237.592 volúmenes, fechados entre los siglos XV y XXI. Y no solo eso, la muestra cuenta con la colaboración de diversas instituciones, como es el caso del Museo del Romanticismo, el Archivo de Villa o la Hemeroteca Municipal, entre otras, para exhibir más de 200 piezas de gran valor patrimonial y, en algunos casos, artístico.

Se pueden contemplar manuscritos autógrafos de Calderón de la Barca, diversos incunables, libros litúrgicos y un sinfín de publicaciones y documentación sobre la historia de Madrid, junto con un elenco variopinto de temáticas, entre las que se incluye un repaso por la historia de la edición en España. Además, el visitante puede admirar una amplia selección de planos, imágenes y grabados que se completa con la exposición de mobiliario y distintos objetos que evocan el universo de los libros y la importancia de la lectura como instrumento de progreso. No penséis que se trata de una exposición al uso, basada sólo en objetos inertes. Se ofrece también una experiencia inmersiva, combinando elementos físicos con materiales multimedia para reforzar los principales contenidos. 

Por otro lado, el contenido se articula alrededor de tres ejes temáticos que permiten al visitante, en primer lugar, realizar un recorrido por el Madrid decimonónico, tras el que se presenta la figura y obra de Mesonero Romanos, terminando por explicar el valor patrimonial del fondo custodiado por la Biblioteca Histórica, así como la importancia de la historia de la edición en España, tan vinculada a la tradición libresca de Madrid. 

El Madrid del Curioso Parlante

De hecho, es un vídeo sobre “Madrid, ciudad de los libros” quien recibe al visitante para ponerle en contexto sobre el panorama cultural y científico de la capital en el momento en el que se crea la biblioteca. Este recorrido por la geografía urbana muestra la herencia ilustrada de una ciudad que se convierte en el siglo XIX en foco de actividad cultural y motor de modernidad, al amparo del Estado liberal. Un paisaje en el que la actividad editorial ocupó un lugar destacado con 44 editoriales y más de un centenar de puestos de venta de libros, que alternaban la venta callejera con elegantes establecimientos.

 


En esta parte del recorrido diversos materiales explican el reto urbanístico que supuso para la ciudad afrontar un crecimiento demográfico constreñido por los límites de la antigua muralla medieval y la necesidad de adecuar su trazado urbano a nuevos requerimientos de orden público y salubridad, en el afán por emular la fisonomía de otras capitales europeas. Unas calles que, por otro lado, fueron escenario de importantes episodios históricos y en las que era necesario dejarse ver para triunfar o medrar, según las inquietudes de cada cual. Ciudad de funcionarios y empleados domésticos, jornaleros y burgueses, era difícil para algunos sobrevivir en sus calles y para otros, sin embargo, representó una tierra de oportunidades. Distintas realidades que perfilaron el pulso de una ciudad que crecía de forma desordenada y cuya identidad urbana se percibía de muy distinta forma en cada casa.


Mesonero Romanos, madrileño ilustre

En sus Escenas Matritenses D. Ramón afirmaba que, para él, Madrid era “un libro inmenso, un teatro animado”. La segunda parte de la exposición nos acerca precisamente a su figura y a la huella que dejó en la tradición castiza de la capital. 

En esta parte del itinerario nos recibe el mismísimo Mesonero Romanos que nos habla personalmente a través de un curioso holograma. En esta sección podemos realizar una visita virtual 360 grados al despacho que tenía en su domicilio de la antigua plaza de Bilbao (actual plaza de Pedro Zerolo), que aporta información muy interesante sobre la vida del autor, su obra y su colección bibliográfica, incluyendo también la referencia a objetos del mobiliario conservados por su familia. 

La muestra, como era de esperar, incluye títulos emblemáticos de su obra, referente de la literatura costumbrista, insistiendo también en la repercusión de su legado en otros autores, como Benito Pérez Galdós, que se inspiro en la copiosa información histórica que contenían sus memorias a la hora de abordar los célebres Episodios Nacionales. Y es que Mesonero Romanos no es sólo un "curioso parlante" fascinado desde la infancia por leyendas y chascarrillos de la ciudad en la que vivió, sino también testigo de primera mano de la historia de España que refleja en sus Memorias de un setentón (1880) haciendo un repaso por las cuitas del país desde Fernando VII hasta el reinado de Isabel II.

La exposición menciona además su activa participación en las instituciones culturales de más renombre en su tiempo, fundando el Ateneo de Madrid y el Liceo Artístico y Literario, sin olvidar que fue uno de los más ilustres miembros de la Real Academia de la Lengua (RAE), tomando posesión del sillón "e" en 1847, aunque había sido admitido como académico honorario nueve años antes, en 1838, con tan solo 35 años. Junto a su actividad intelectual hay que recordar también su compromiso con la ciudad de Madrid, en la etapa en la que decide pasar de la teoría a la acción, implicándose activamente en sus labores como concejal del Ayuntamiento de Madrid entre 1845 y 1850, presentando en 1846 el Proyecto de Mejoras Generales, que planteaba una profunda remodelación urbana, y contribuyendo a la racionalización de espacios, paisaje y servicios públicos a través de la redacción de las ordenanzas municipales de 1847 que permanecerían en vigor durante muchos años.


Legado patrimonial de la Biblioteca Histórica Municipal

Finalmente, el recorrido nos lleva hasta el impresionante fondo bibliográfico de la Biblioteca, en el que destacan sus colecciones especiales. El legado original de Mesonero Romanos se ha ido enriqueciendo  con adquisiciones y donaciones, contando con auténticas joyas bibliográficas dentro de un amplio abanico temporal que abarca desde el siglo XV hasta la actualidad

Esta institución es por ello un punto de referencia obligada para cualquier estudioso de la historia de Madrid, pero también para múltiples disciplinas, ya que cuenta con colecciones especializadas sobre los más diversos temas: tauromaquia, bio-bibliografías, veterinaria, taquigrafía, teatro y música escénica, literatura cervantina, libros de viajes y un largo etcétera. Por deformación profesional, permitidme que destaque el fondo documental de casi 1.600 títulos sobre la Guerra Civil, legado a la Biblioteca en 1977 por Tomás Borrás. Consta de libros y folletos editados por ambos bandos en plena contienda y tiene especial interés para el estudio de Madrid en Guerra. 

En otro orden de cosas, y a título absolutamente personal, me ha llamado la atención la colección paremiológica, especializada en refranes, proverbios, adagios y sentencias, que reunió originalmente el librero Melchor García Moreno y que la Biblioteca adquirió en 1922, ampliando posteriormente el fondo. Cuenta en la actualidad con más de mil títulos entre publicaciones y folletos, con una cronología muy amplia y en la que destaca la diversidad lingüística incluyendo obras en latín, distintas lenguas peninsulares y europeas, además de tagalo y malayo.  

El recorrido finaliza despidiendo al visitante con una  nube de libros como guiño a una era digital en la que no hay que dejar de reivindicar la importancia de la cultura impresa para el conocimiento humano y la libertad de pensamiento, sin la interferencia de algoritmos e intereses de grandes corporaciones.




La muestra permanecerá abierta al público hasta el 14 de septiembre y es difícil que os deje indiferentes, especialmente si sois bibliófilos o, sin confesaros como tales, tenéis la sensibilidad de percibir el mensaje implícito de un libro, más allá de la información que traslada, como testimonio de los afanes de su autor y del tiempo en el que se escribió. También dejará buen sabor de boca a los aficionados a vagabundear por las calles de Madrid, que estén interesados en conocer las cuitas por las que pasó ese “poblachón manchego”, del que hablaba Mesonero Romanos, para convertirse en una moderna ciudad europea, sin abandonar nunca del todo el aire pueblerino que tanto le caracteriza.


- Información complementaria -




lunes, 15 de julio de 2024

Fuego cruzado: breve historia del terrorismo en España

En 2021 un estudio reveló que apenas un 57% de los estudiantes de ESO en Navarra sabían qué era ETA. Si ampliamos la investigación al resto de la geografía peninsular, el desconocimiento entre los más jóvenes probablemente sería mayor. El olvido del pasado reciente es la mejor receta para quedar atrapados en las redes de una demagogia que despersonaliza al adversario y menosprecia el dolor de las víctimas. 

En términos de salud democrática, el desconocimiento sobre ETA entre la población más joven no es el único dato preocupante que plantea el estudio realizado por el Observatorio de la Realidad Social del Gobierno de Navarra en 2021. Todavía más demoledor resulta el hecho de que un 26% de los encuestados afirmaran que el uso de la violencia “puede estar justificado en algún caso para la obtención de fines políticos” y, aún más preocupante, que el 22% de los jóvenes no contestara a una pregunta tan crítica.

Y es que, como afirmaba Javier Peso, profesor de Bachillerato en Vizcaya, “hemos pasado página sin haber leído la página”. Todo un suspenso en memoria histórica que se une a lo que sucede con otros periodos como la Guerra Civil o el franquismo. Lo cierto es que las heridas abiertas supuran y corren el riesgo de infectarse.  Y no hay nada más insalubre que un relato mitológico empeñado en recrear un recuerdo distorsionado del pasado, alimentado por el sesgo de los intereses del presente. Si en las políticas sanitarias es esencial la prevención, para la salud democrática no hay medida más profiláctica que la educación. Las miasmas populistas del siglo XXI fluyen de pozos contaminados que difunden a través de las redes sociales un aluvión de mensajes cuyo objetivo no es otro que confundir a ciudadanos incautos… y desinformados. 


Historia y memoria: fuego cruzado

De hecho, suele decirse que la peor mentira es una media verdad y, en la memoria colectiva, silencio y olvido suelen ir de la mano. Diez años después del fin de ETA, Rafael Narbona lamentaba que la juventud desconociera la trayectoria (y el final) de personajes como Gregorio Ordoñez, candidato a la alcaldía de Donosti por el PP, que murió asesinato por ETA con un tiro en la nuca, acusado de capitanear el “buque insignia del fascismo español”. 

Gregorio Ordoñez Fenollar
(Caracas, 21 de julio de 1958 - San Sebastián, 23 de enero de 1995)

En el artículo titulado “Gregorio Ordoñez, el héroe tranquilo” reivindicaba la figura de alguien capaz de enarbolar afirmaciones tan audaces como hay que poder recuperar la libertad de decir lo que uno piensa, en un contexto donde el activismo ideológico llevaba aparejado el riesgo de una sentencia de muerte, con independencia del partido en el que se militase. 

La lista de víctimas lamentablemente es larga y en ella no sólo encontramos cargos públicos y militantes de partidos políticos, sino también ciudadanos anónimos, guardias civiles, militares, empresarios, intelectuales o niños que fueron asesinados en masacres como la del Hipercor de Barcelona, en 1987, o tras angustiosos secuestros, como el que protagonizó Miguel Ángel Blanco, diez años más tarde. 

Francisco Tomás y Valiente
(Valencia, 8 de diciembre de 1932 - Madrid, 14 de febrero de 1996)


Cada vez que matan a una persona, nos matan a todos un poco, decía Tomás y Valiente. Había sido presidente del Tribunal Constitucional y, en el momento de su muerte, el 14 de febrero de 1996, se había reincorporado a la vida académica como catedrático de Historia del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid. Es allí donde fue asesinado, en su despacho, mientras hablaba por teléfono con Elías Díaz, destacado intelectual socialista y catedrático de Filosofía del Derecho en esa misma Universidad. No estoy segura de que muchos jóvenes estudiantes sepan hoy que también los campus universitarios fueron escenario de atentados terroristas. Fueron décadas en las que, junto a ETA, bandas terroristas de extrema izquierda y extrema derecha, tuvieron en vilo a una ciudadanía que asistía impotente al horror de los sangrientos atentados que marcaron los últimos años del franquismo y los primeros pasos de la Transición. La paz no salió gratis, como tampoco lo fue la consolidación de un modelo democrático que recuperaba el marco de derechos y libertades desaparecido tras la Guerra Civil. 

Y es que la realidad histórica se comprende mucho mejor cuando percibimos su rostro humano. Testimonios como el de Carmen Cordón, hija del empresario Publio Cordón, secuestrado por los GRAPO en 1995, cuyo cuerpo aún no se ha encontrado, refleja la crueldad y sinrazón de una violencia política que deshumaniza al enemigo y marca el destino, no sólo de las víctimas, sino también de su entorno familiar.


En este sentido, la labor de fundaciones como el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo (CMVT) es esencial a la hora de promover la investigación sobre violencia política de distinto signo, prestando atención especial a la importancia de los testimonios de familiares de víctimas, a la hora de comprender las aristas de una herida abierta que está lejos de cicatrizar.


11-M, punto de inflexión para la historia reciente de España

A esa vieja herida se unió el 11 de marzo de 2004 la materialización de una nueva amenaza, cuando en plena hora punta de la mañana estallaron simultáneamente diez bombas en la estación de Atocha. El yihadismo aparecía en escena con un saldo de 193 muertos y cientos de heridos, incorporando nuevas fórmulas de fanatismo en las que cualquier ciudadano adquiere la condición de víctima potencial. 

Sin embargo, tal y como advierte Gutmaro Bravo en un artículo publicado recientemente en el periódico El País bajo el título “La conspiración originaria”, el saldo de este atentado va más allá del recuento macabro de víctimas, ya que marca un cambio de agujas en nuestra historia reciente. Hasta ese momento el acta fundacional de nuestra actual democracia partía de la Transición, percibida por la ciudadanía como ejemplo modélico de convivencia y concordia, no exento de renuncias, pero pacífico. Como afirma el profesor Bravo, la cultura del consenso, pese a sus limitaciones y puntos oscuros, articuló un modelo viable para “pasar página” a la Dictadura. 

Sin embargo, el 11-M resucitó viejas teorías conspirativas que alimentaron una dinámica de bloqueo y enfrentamiento continuo, amplificadas por el eco de nuevos canales de comunicación. Desde entonces, ha crecido la polarización ideológica y la antigua voluntad de concordia ha dado paso a una cultura de la cancelación que ha sembrado el pasto necesario para mensajes incendiarios que contaminan la opinión pública, limitan la libertad de expresión y condicionan el juego político. Su estela se extiende hasta la propia valoración del proceso de cambio que representa la Transición, hoy cuestionado por sus limitaciones, ignorando la realidad de aquel momento y las múltiples dificultades que tuvo que sortear.

Muchos ciudadanos, que habíamos nacido en la dictadura y conocimos el horror del terrorismo, respiramos aliviados cuando el 20 de octubre de 2011 ETA anunció el cese de la lucha armada y, más aún, cuando el 3 de mayo de 2018 la banda armada comunicó su autodisolución. Sin embargo, aún quedan heridas abiertas que acentúan el riesgo inminente de infección, de la mano de un radicalismo violento cuya amenaza está lejos de desaparecer. 


Terrorismo y memoria histórica

Pero la lucha contra el fanatismo no se limita a la defensa frente al activismo yihadista. Las teorías conspirativas, que buscan un chivo expiatorio para solucionar el malestar social, han encontrado una caja de resonancia sin precedentes en las redes sociales, donde los principales receptores son precisamente jóvenes con pocos referentes vitales a la hora de identificar el peligro de la radicalización política de cualquier signo ideológico. Precisamente por eso es tan importante cualquier esfuerzo por mantener viva la memoria del terrorismo, tanto en el plano de la investigación académica, como en el educativo. No se trata de alimentar rencores, ni de fomentar el perdón con el olvido. La cuestión es conocer y comprender las coordenadas históricas que favorecieron las prácticas terroristas para impedir el avance de nuevos movimientos radicales, cuyos efectos ya ha padecido la sociedad, aunque las generaciones más jóvenes no lo hayan vivido. 

En este sentido, ha habido en los últimos años distintas iniciativas, algunas no exentas de polémica, pero en cualquier caso necesarias. Instituciones como el citado CMVT o el Real Instituto Elcano desarrollan una incansable labor de investigación y divulgación sobre movimientos radicales violentos. Otras como Covite o la Fundación Fernando Buesa Blanco han desarrollado de forma individual o en colaboración con otras entidades, materiales didácticos necesarios para conocer el impacto y consecuencias del fenómeno terrorista, como es el caso del Mapa del Terror o el Glosario Audiovisual de las Víctimas del Terrorismo. Son herramientas que ofrecen información de gran valor cualitativo y cuantitativo, pero sobre todo se trata de contenidos que ponen rostro al dolor, por lo que resultan tremendamente elocuentes. 

Hace pocos meses el historiador Pedro Barruso preparó una exposición que resumía la historia reciente del terrorismo en España, seleccionando algunos de los atentados más mediáticos cometidos, no sólo por ETA, sino también por grupos armados de extrema izquierda y extrema derecha, de cuya existencia muchos ciudadanos no tienen noticia, incluyendo también la referencia al terrorismo de Estado protagonizado por los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación). 


María Begoña Urroz Ibarrola
(San Sebastián, agosto de 1958 - San Sebastián, junio de 1960)

A través de distintos paneles, los estudiantes de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense tuvieron ocasión de conocer algunos episodios tan dramáticos como el asesinato de un bebé, Begoña Urroz, en 1960, a manos del DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación), tal y como demostró un estudio del CMVT, descartando una autoría inicialmente atribuida a ETA. También se recordó el secuestro, asesinato y tortura de la joven militante del PST (Partido Socialista de los Trabajadores), Yolanda González Martín, de 19 años, por miembros de Fuerza Nueva y de la organización de extrema derecha Batallón Vasco Español. La placa conmemorativa, existente en el madrileño barrio de Aluche, que recuerda su asesinato, aún hoy, sigue siendo vandalizada cada cierto tiempo.

Historia y "salud democrática"

La reseña de estos atentados ha sido recuperada en el siguiente hilo de X  con motivo de la XIII edición del Concurso de Divulgación Científica de la Universidad Complutense.

https://x.com/CarmenMdlR/status/1812881005184970904

El listado de víctimas del terrorismo es tan amplio que este resumen es necesariamente incompleto, faltando atentados tan dramáticos como los que se han seleccionado. En doce tweets de 280 caracteres es difícil completar la siniestra memoria del terrorismo en España. Por ello, sólo pretende ofrecer una muestra en la que se rinda homenaje al sufrimiento de todas las víctimas y, sobre todo, se contribuya, aunque sólo sea de forma puntual, a mantener vivo el recuerdo y difundir la existencia de alguno de los muchos trabajos de investigación realizados. 

Pero, sobre todo, el objetivo último de esta iniciativa es dar visibilidad a un fenómeno en cuyo estudio colaboran investigadores y sociedad civil, de la mano de las asociaciones de víctimas del terrorismo. Un caso práctico en el que la Historia contribuye a fomentar una cultura democrática, como punto de encuentro entre la investigación académica y la divulgación, el trabajo de especialistas y la aportación de los ciudadanos. Al fin y al cabo, no hay mejor prevención contra el fuego cruzado del fanatismo y la radicalización violenta que el conocimiento de sus efectos. Y no hay mejor forma de aproximación que el testimonio de los allegados a las víctimas y el estudio riguroso de sus causas y consecuencias.

Foto de portada: atentado de ETA en el que fue asesinato el policia nacional Modesto Rico Pasarín (Bilbao, 17 de febrero de 1997). Cortesía del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo (CMVT).