jueves, 1 de agosto de 2019

¿Cuánta tierra necesita un hombre? ¿cuánta tierra necesitas tú?

Famoso por obras maestras de la literatura universal como Ana Karenina o Guerra y Paz, León Tolstoi fue también un prolijo creador de cuentos. Bajo el formato de fábula, estos relatos transcienden el género realista, con el que retrató tan certeramente la sociedad de su tiempo, para ahondar en las preguntas que ayer y hoy, en uno u otro momento, todos nos hacemos. Especialmente si os encontráis en eso que llaman “mediana edad”, descubrir o releer estos textos puede resultar una experiencia verdaderamente reveladora.


La biografía de Lev Tolstoi encaja con la trayectoria de un hombre de su época, pero también con la de un visionario adelantado a su tiempo. Aristócrata, ahogado como tantos de sus coetáneos por deudas de juego, saboreó los rigores de la Guerra de Crimea y el esplendor de los salones de alta aristocracia. Compadecido por la paupérrima situación del campesinado ruso, se embarcó en distintos proyectos que buscaban en la educación la llave que podía redimir los estragos de siglos de explotación, en sintonía con iniciativas que se estaban abordando en el mismo momento en puntos geográficos muy distantes de la vieja Europa. Profundo creyente, libertario, pacifista, vegetariano, hombre públicamente devoto de su esposa, a la que le unieron catorce hijos y una tormentosa relación, terminó sus días renegando de su obra con la intención de entregar todo cuanto poseía a los más desfavorecidos, pretensión obviamente boicoteada por su familia.

Estas son las coordenadas vitales del autor de cuentos como El ahijado, Demasiado caro, Después del baile y muchos otros relatos, susceptibles de tantas interpretaciones como lectores se aventuren a conectar con las crisis existenciales que atormentaron a Lev Nikoláievich. No son, sin embargo, lecturas de autobús, a menos que solo os interese evocar un tiempo pasado y entreteneros con las cuitas de un hombre que busca padrino para su hijo o los tormentos de un joven enamorado, aterrado por la inesperada crueldad del padre de su amada.

Sin embargo, más allá del retrato de su tiempo, prolijo en situaciones y personajes, ágil en la narración y agudo en los matices psicológicos de los protagonistas, lo que convierte en inmortales a estos textos es el formato de fábula, cuya moraleja elabora cada lector cuando traslada las incertidumbres de Tolstoi a su propia biografía. Sospecho que no todos nos haremos las mismas preguntas y, desde luego, no obtendremos las mismas respuestas. Por eso creo que este es un caso en el que la magia de la literatura se hace patente de forma especial al cambiar el sentido del texto dependiendo del sabor de boca con el que cada persona afronte la lectura. Un exorcismo interior que no será efectivo si no os aseguráis de escoger un momento en el que sea posible parar el tiempo y abstraerse de todo lo que no sea el relato. 

Cierto es que no corren tiempos en los que sea fácil habilitar ese escenario. De todas formas, si lo lográis y además os encontráis en uno de esos periodos de meditación vital, uno de los cuentos que os recomiendo es ¿Cuánta tierra necesita un hombre?, porque su trasfondo es de plena actualidad en una época marcada por el sello de lo efímero y lo intangible. Os aseguro que no soy la única persona que ha quedado fascinada por esta obra, teniendo en cuenta que alguien como James Joyce opinó en su momento que era una de las mejores historias de la literatura contemporánea. 

Tolstoi y Sofía Behrs
Tal vez sorprenda que un ciudadano del siglo XXI pueda conectar con los avatares de Pahom, un campesino que escucha la risa del diablo en sueños. Sin embargo, en su carrera contra el tiempo, antes que caiga la noche, no es difícil reconocer nuestros propios anhelos en esa parábola sobre el equilibrio entre lo material y lo espiritual. Sus cábalas y su afán por no desfallecer son los auténticos protagonistas de una historia en la que se desdibuja el perfil de los personajes ante la encrucijada de conformarse o arriesgar. A Pahom todo le iba bien. Logró mejorar sus condiciones de vida con esfuerzo y visión de futuro. Poseía las virtudes del emprendedor que hoy tanto valoramos. Sin embargo, se dejó tentar por las promesas de los bashkires, habitantes de la fértil estepa. Vosotros decidiréis si el desenlace de la historia fue responsabilidad de estos paisanos, que el autor presenta casi como una comuna hippie, del comerciante que le descubre su existencia o de los cantos de sirena que Pahom escuchaba en su interior.

Bajo mi punto de vista el relato va más allá de una mera fábula sobre las consecuencias de la ambición que podéis encontrar en la mayoría de las reseñas sobre este cuento. Las vicisitudes del protagonista sobre el camino seguir y el momento de parar, enganchan con la idea de "proyecto vital" que pensadores como Ortega defendían como esenciales para cualquier ser con vida inteligente. 
Tolstoi en Yásnaia Poliana, 1908.
Primera fotografía retrato en color realizada
en Rusia por Serguéi Prokudin-Gorski.
Este es el motivo de recomendar la lectura a todo el que se encuentre en la tesitura de apresurar el paso para llegar a la meta o descansar para tomar aliento. 

Como Pahom, todos en algún momento nos preguntamos si estamos en el camino correcto o si necesitamos "más tierra". Si lo prudente es invertir para optimizar el rendimiento de lo que ya tenemos o si ha llegado la hora de disfrutar, sin más preocupaciones, de lo que conseguido tras años de esfuerzo en cualquier faceta de la vida. Sospecho que con otro talante vital la lectura es entretenida, pero no conmueve. 

Cuando terminé este cuento, me encontraba sentada en la puerta de casa. Cerré el libro coincidiendo justo con la puesta de sol y un atronador ruido de pájaros que apenas dejaba escuchar el valido de rebaños de ovejas que pastaban en los alrededores.  Aún hoy, pasados varios años, recuerdo aquella sensación. Todavía no he encontrado respuesta a las preguntas que hacía ese viejo idealista, hace más de un siglo, desde la lejana Rusia. 

Afortunadamente no tengo los sueños aterradores de Pahom pero, en ocasiones, sí creo escuchar la risa del diablo. No se si a vosotros os ocurre lo mismo. Si es así, os recomiendo la lectura de cuentos como este. Al menos a mi, me hacen mucho bien.